Mi nombre es Alejandro, soy de la localidad quinta de Usme y he vivido toda mi vida junto a mis abuelos, quienes han sido mi mayor apoyo. En el ámbito familiar enfrenté grandes desafíos, especialmente por mi carácter fuerte y la dificultad que tenía para aceptar puntos de vista distintos al mío. Las discusiones eran frecuentes y solía reaccionar con prepotencia y a la defensiva.
Conocí el Colegio Dios es Amor a través de una oferta laboral. Al principio me atrajo la cercanía a mi hogar, pero lo que realmente me motivó fue su enfoque cristiano, que despertó en mí una inquietud profunda. Desde mi llegada, he experimentado un cambio real, gracias a las conversaciones sinceras con compañeros y docentes que, con amor y respeto, me han compartido la Palabra de Dios.
Aunque durante mi etapa universitaria me había alejado del Señor, este nuevo entorno me permitió reencontrarme con Él. Poco a poco, las dudas que tenía comenzaron a aclararse, y he visto cómo Dios ha obrado en mi carácter, especialmente en mi hogar. Hoy trato de comunicarme con mayor calma, respeto y sabiduría con mis abuelos, quienes son pilares fundamentales en mi vida.
En el ámbito laboral, me he sentido acogido por un equipo humano extraordinario. Las diferencias que puedan existir no se convierten en barreras, sino en oportunidades para aprender, crecer y servir. Aquí he comprendido que esas diferencias no dividen, sino que enriquecen las relaciones.
Hoy puedo afirmar que mi paso por esta institución ha sido mucho más que un empleo: ha sido un proceso de restauración y propósito. Me he acercado nuevamente a Dios, he crecido en humildad y he entendido que ser parte del Colegio Dios es Amor significa servir con un corazón dispuesto a aprender, perdonar y transformar.
Agradezco a Dios por permitirme estar aquí y confío en que seguiré creciendo, tanto en lo profesional como en lo espiritual, para continuar sirviendo desde el lugar donde Él me ha plantado.



