¡Mi corazón se llena al recordar mi llegada! Tenía solo 8 añitos y venía del jardín, pero mi alma guardaba heridas. En mi anterior colegio, las cosas no eran buenas. Me trataban mal, me hacían sentir muy triste, tanto que mis lágrimas eran compañeras constantes, y hasta mi brazo sentía el dolor de los golpes.
Pero entonces, lo más hermoso floreció en mi vida: ¡conocí a Dios! La profesora Diana Soler me enseñó que en el arcoíris había un pacto especial con Él. ¡Qué maravilla descubrir eso!
Y Dios no sólo tocó mi corazón, sino también mi hogar. Mi mamá encontró un esposo maravilloso, y mi abuelito, ¡imagínense!, ahora va a la iglesia. Antes no iba, y mi mamá tampoco era de ir. Sentir que tengo un propósito, una misión que Dios me encomienda, me da una fuerza increíble. Él me susurra al oído que debo seguir adelante, que no debo dejarme vencer por la tristeza, ¡porque Él siempre está a mi lado!
Y a otros niños quiero decirles con todo mi corazón: ¡Dios está con nosotros! ¡Él existe! ¡Dios nunca se aleja de nosotros!
Y a ustedes, los que hacen posible este proyecto tan lindo, solo puedo decirles: ¡gracias! Gracias por transformarme en una niña mejor, por ayudarme a ser más educada, firme, llena de fuerzas y una verdadera guerrera. ¡Gracias por todo!



